La primavera ha llegado vestida de lluvia. Con el agua que ha caído estos últimos meses preveo para Abril y Mayo una explosión de color. Mi pantano está lleno. No podéis imaginar la belleza que esconden los rincones por donde camino, la belleza que ha traído la lluvia.
Este fin de semana lo he dedicado a «no hacer nada» que pudiera contabilizar como «planificado». Es una forma de descansar que a mi me funciona. Me comunico con el fuego de la chimenea, con el paisaje y con la soledad compartida. Lo curioso es que cuando practico esto tengo ráfagas de creatividad y le doy momentos a la guitarra o al vino o incluso al padel que soy malísimo pero funciona, de verdad funciona.
Estoy muy entregado a arrancar lo de Selene Muñoz. Estamos poniendo en marcha un discurso asociado a su imagen. Creo que es lo primero que hay que hacer , antes de llamar a ninguna puerta, ni trabajar concienzudamente en ningún espectáculo. Parece ser por lo que me dice Jessica que vamos con ella al Libano y a Sahangai.
Tengo ya unas cuantas fotos espectaculares de Jesús Vallinas, gran descubrimiento para mi este fotógrafo y creativo. Espero también un reportaje que otra fotógrafa nos está retocando, Chiara , y el que que le hará mi hijo Miguel. Tengo la sensación de que van a pasar cosas muy hermosas alrededor de Selene. ¡Será lo que será! ¿Verdad?
El otro asunto que me ocupa y me preocupa es el guión técnico de mi próximo cortometraje. «La Anunciada» me trae loco. Estoy estudiando cada plano en cada secuencia, los movimientos de la cámara, la luz, fijando el story. Siento ese » pánico/placer» que inunda todo lo que abordamos desde el miedo, desde lo incierto.
Todavía no he encontrado a la actriz que hará el personaje de la madre de María. Pensé en Ana Wagener y después en Natalia Barceló, dos magníficas actrices a las que veía como a nadie en el papel. No pueden o no están y sigo buscando. El corto se mueve con 5 personajes esenciales: María, la protagonista, que hará Aida Folch; el padre, Roberto Álvarez, La madre de María, un psiquiatra y una amiga de María. Si queréis recomendarme a alguna actriz de aproximadamente 40 años que os parezca muy buena, ya sabéis, me lo decís.
Caroline Planté se ha ido para Montreal y no me despedí de ella. Como sé que me lee aprovecho para decirle que la llamé el día de su partida pero que su móvil ya estaba desconectado. Saldría por la mañana. Ayer entré al estudio y Mariano y Javi estaban con el último tema de su disco. Si no pasa nada su disco estará acabado mañana miércoles. Estoy deseando ver las fotos quele ha hecho Jesús. ¡Feliz gira y recuerdos a El Rubio!
El domingo regresé tarde a Madrid y no llegué a tiempo para ver a Ivanga Blues en el Teatro Arenal. ¡Me apuntaré a la próxima! Tenemos una bellísima ayudante de sonido en prácticas en el estudio, se llama Emma y es una crack, ya lo demostró en la grabación de Joaquín Cortés. Paco King sigue desaparecido, si alguien lo encuentra que le diga que le estamos buscando.
El próximo Lunes día 29 Patricia Moon vendrá a Madrid con sus músicos para hacernos un pase privado en Musigrama y para que podamos conocer antes que nadie como serán sus conciertos a partir de ahora. A las 12 de la mañana. Si alguien quiere venir que me lo cuente y le haremos un hueco.
Los proyectos de Montse Pérez, La Palabra y el Tiempo e Ivanga Blues avanzan lentamente. Gracias a todos ellos por demostrar tanta paciencia.
Esta noche actúa en El Rincón del Arte Nuevo el inigualable y fantástico Jesús Márquez. No sé si podré ir pero me temo que no. A esa hora estaré en Musigrama trabajando con Cesar (ex The Melocotons) y Luis Gurídi en la canción que servirá de sintonía a una nueva serie de «Cuatro». ¡ Psss, es un secreto..» Los que podáis ir no os lo perdáis: ¡es un monstruo!
Os voy a dejar varias cosas: Algunas de las fotos que estoy seleccionando para el folder de Selene Muñoz y un relato esplendido de mi amiga Nuria barrios inspirado en una de mis canciones….o ..una de mis canciones inspirada en su relato, no recuerdo bien.
La canción de marras se llama «Extraordinaria» y la incluí en el disco «Venacápacá». También os dejo algunas canciones de Jesús Márquez para animaros a ir a verle al Rincón.
Salud!
Esta es la canción: (Pulsar abajo para escuchar)
PACO ORTEGA Extraordinaria
Y este es el relato de Nuria os recomiendo que no os lo perdáis. Escribe como nadie…
LA REINA DE LA NOCHE
de Nuria Barrios
Valeria se había arreglado con especial cuidado esa noche. Llevaba un escotado vestido negro que se ajustaba a su cuerpo de gran hembra, resaltando sus poderosas tetas y su contundente trasero. La mujer se movía entre las dos barras del club Acuario de tal forma que ningún cliente sentía su ausencia. En la penumbra del local, los hombres acodados en la barra de la entrada veían aproximarse su proa y, al mismo tiempo, los que bebían en la otra barra paralela admiraban muy de cerca la rotundidad de su popa. Aquel era un cuerpo dotado de generosas boyas donde asirse en los momentos de zozobra. Y los clientes del negocio de Valeria parecían encontrarse siempre al borde del naufragio.
Un tipo bajito y corpulento intentó acariciarle el pecho.
–¡Esas manos quietas! –rugió ella. Luego, con un guiño, alzó sus tetas como si fueran un trofeo–. Si quieres disfrutarlas, nos casamos. Pero antes de la boda, pones todo a mi nombre:
la casa, las fincas, los coches, las joyas y los muebles que te dejó tu madre. ¡Que no se te ocurra vender ni uno solo de esos muebles! Firmas el papel en el notario y me lo das: así empezamos bien. Luego nos casamos y, por la noche, te doy un par de pastillas para dormir y yo me voy de cachondeo.
Valeria dio una palmada y se rió. Al mover la rubia melena, aún con el apresto de la peluquería, brillaron unos llamativos pendientes de oro. El hombre le acarició el muslo. Ella le dejó hacer, mientras abría un Benjamín y lo vaciaba en dos copas. Antes de brindar, mojó un dedo en el champán y se perfumó detrás de las orejas.
–¡Chin, chin! Mi alma, tú por la mañana eres feo, pero por la noche… por la noche eres ¡horroroso!
Vació de un trago su copa. Cuando él terminó la suya, lo separó con brusquedad y, haciendo compás con las palmas, se fue a la barra grande en busca de otro Benjamín. Detrás del mostrador servían Samantha, una delicada rubia, y Nela, una tierna morena que no soltaba la bayeta. Los dos travestis tenían mucho éxito entre la clientela.
–¡Nela! ¡Deja ya la bayeta, niña, y saca más champán! –bajando la voz, añadió–: A ése le vacío yo esta noche la cartera, que para eso le sobra el dinero. ¡Samantha! ¡Pon el disquito de Paco Ortega! Venga, un poco de rumba tracatrá, que esto parece un cementerio.
Sentadas en los sillones que se extendían a lo largo de las paredes rosas, las mujeres la observaban con una media sonrisa precavida. La dueña era tan capaz de hacer reír como de hacer temblar. Valeria se apoyó en uno de los altos taburetes y, quitándose los zapatos de tacón, se dejó admirar. Ojeó la libreta donde llevaba las cuentas y luego alzó la vista. Aún era temprano. Las chicas se retocaban el pelo, se acomodaban la breve tira del tanga y se alisaban las medias de rejilla mientras esperaban.
Subidas sobre unas plataformas espectaculares, dos atractivas negras cuchicheaban aparte. Hasta hacía un mes trabajaban en la madrileña Casa de Campo. Valeria las había abordado una noche cuando ofrecían sus servicios a los conductores que atravesaban el inmenso parque. Les propuso ir a Ibiza y trabajar en su club. Pensando en el invierno aceptaron: es muy duro ganarse la vida al relente y semidesnuda, la competencia en la Casa de Campo
era feroz y además ellas no tenían un protector que las obligara a quedarse.
Los ojos verdes de Valeria se detuvieron en la bayeta que Nela movía en círculos sobre el mostrador.
–¡Mira que eres cateta! ¡Pareces esa de mi pueblo que era puta y hasta que se jubiló no se enteró de que las putas cobraban!
Nela se rió azorada y continuó limpiando. Había nacido en Sanlúcar de Barrameda, en una familia con muchos hijos y ningún dinero. De los 11 hermanos, dos eran travestis. Nela había viajado a la isla para trabajar y en el club precisamente nunca faltaba el trabajo. La temporada en Ibiza empezaba en torno a mayo y acababa drásticamente ese mes, en octubre.
La mayoría de las discotecas, restaurantes y tiendas cerraban esos meses, pero ahí estaba Acuario, abierto todo el año, con sus chicas entrenadas para hacer pasar un buen rato, sus estantes provistos de bebida, su pequeño escenario para ocasionales actuaciones, sus reservados… Y su dueña, Valeria.
Acuario.
Las luces de neón rosas brillaban en la noche sobre la carretera que enlazaba San Antonio y la ciudad de Ibiza.
–Este club es la gallina de los huevos de oro –suspiró Valeria, satisfecha, mientras repasaba las cuentas de los días anteriores.
Aunque el local no aparecía en las guías, en la isla era tan conocido como las
macrodiscotecas Pachá, Amnesia o Ku. Y si alguien dudaba al oír su nombre, bastaba con citar a su dueña. Nada de lo que hacía Valeria pasaba inadvertido. Su foto como empresaria aparecía en la revista que Pachá había dedicado a los personajes indispensables de Ibiza; había sido la encargada durante ocho años de la barra más popular de las 14 que tiene Amnesia; era la propietaria de la caseta andaluza que resultaba siempre ganadora en la Feria… Valeria tuteaba por igual a ministros, empresarios y albañiles. Hablaba un lenguaje que todos comprendían: placer y dinero. Y Acuario era el epicentro de su vasto imperio.
Valeria vivía a 500 metros de la duquesa de Alba, en una de las colinas litorales de San Antonio. Tenía una espectacular villa rosa con esculturas, palomas, perros, gatos, coches, un fueraborda en la entrada, que estaban tapizando su hermano y José, un pescador andaluz muy bien plantado que le llevaba la casa, y una corte de amigos y familiares. A los pies de la colina
estaba el club Acuario. La mujer se movía con desenvoltura entre ambos extremos, entre la cima y su bar de carretera.
Nela le tendió dos Benjamines y anotó el gasto en la libreta cuadriculada.
–¡Antes corría el champán! –exclamó Valeria–. Había clientes que se gastaban tres millones en una noche, pero ahora hay que sudar para abrir una botella. ¿Has apuntado los Benjamines de antes? ¡A ver, enséñamelo! ¡Y deja ya de llenarte el vaso!
–Pero si es agua –se defendió la tímida Nela.
Valeria agarró las botellas, calzó de nuevo sus pies hinchados y, muy flamenca, se fue zapateando hacia la otra barra. Un conocido decorador de Ibiza, a quien ella se refería como Antonia dell’Atte, se había encargado de la ambientación del club. Metros y metros de tela rosa cubrían de pliegues paredes y techos, dando al local un vago aire oriental. Tiras fluorescentes
formaban haces luminosos junto a las hornacinas con las baldas de las bebidas. Bustos de Camarón de la Isla alternaban con Budas, colmillos de elefantes, espejos y fotos de artistas, solos o con Valeria. No faltaban imágenes de Cristo, confirmando la práctica de esa sabia política empresarial que aconseja encender una vela a Dios y otra al Diablo.
Su galán la miró acercarse con admiración y algo de temor. Valeria llegó junto a él y, dando una palmada, exclamó: “¡Soy extraordinaria! Por delante soy extra y por detrás, ordinaria”.
En el piso de arriba, Mami empezaba los preparativos para la noche. Rondaba los cincuenta años y su pelo, largo y escaso, era tan negro como la raya torcida que se pintaba bajo los ojos. Él era el encargado de cocinar la cena para las chicas, de pinchar la música, de mantener limpias las habitaciones, con sus edredones floreados y sus bidés, y de vigilar el buen funcionamiento de los vídeos y de los clientes. En las manos enrojecidas destacaba el esmalte verde de las uñas. Descascarillado.
Varios hombres se cruzaron, en la puerta del club, con el galán de Valeria, que salía tambaleándose con el corazón feliz y la cartera vacía. Por los altavoces cantaba Paco Ortega.
–“Siempre que busco fortuna me luce el peloooo, me salen los cubatas por el
sombreeeeero…” –coreaba Valeria con toda la fuerza de sus pulmones–. ¡Ay, qué bueno es el Ortega!
La mujer tomó asiento en la barra principal y, echándose el pelo hacia atrás con gesto de estrella, sopesó a los recién llegados -Y vosotros ¿qué? ¿No os gusta ninguna de las chicas? ¿O es que no os van las hembras? ¡Enseguida soluciono yo el problema! Arriba está la Mami dispuesta. ¡Siempre hay una tapadera para una olla!
Entre risotadas, los tipos se acodaron en el mostrador. No había pasado un minuto y cada uno tenía una chica al lado.
–De Acuario hay que irse diciendo: “¡Me cago en la hostia de la Valeria que me ha sacado todo el dinero!” La prostitución es el oficio más antiguo del mundo, igual que la construcción.
Hoy día, las mayores discotecas tienen la misma movida de chicas que mi club –Valeria pasó detrás de la barra–. Eso del romanticismo se está acabando. Es mejor ligar aquí: vienes, pagas y tienes menos problemas. Cuando yo me establecí, había cuatro señores que tenían este tipo de negocio y quisieron quitarme de en medio, pero les paré los pies. Yo me he hecho respetar.
¡No he venido a reírme de nadie, pero tampoco nadie se ríe de mí!
Con un gesto, le señaló a Nela la botella de whisqui. Sin soltar la bayeta, el travesti le llenó un vaso. Valeria había nacido en 1952 en Tetuán, donde su padre estaba destinado como militar. Entonces se llamaba Pablo. En 1985, se sometió en Barcelona a una intervención de vaginoplastia para “solucionar el error que Dios cometió”. Era la tercera persona que pasaba esa operación en España. Tenía 33 años. Había elegido el nombre de Valeria en homenaje a
una amiga que había muerto en un quirófano de Casablanca en idénticas circunstancias. Jesús Hermida emitió el vídeo de su operación en el programa Por la mañana.
En 1987, un juez de Ibiza reconoció su inscripción en el Registro Civil con su nuevo nombre, pero la Audiencia de Palma de Mallorca denegó tal derecho. De nada sirvió que su madre declarara en los juzgados que Valeria había nacido mujer con el cuerpo de un hombre.
En la vista oral, el fiscal le llamaba “don Pablo” y el abogado defensor, “Valeria”.
Los medios de comunicación se volcaron. “¡Que el juez se acueste conmigo y le demostraré que soy toda una mujer!”, reclamaba ella en los titulares. Cicciolina, entonces diputada del Partido Radical Italiano, le ofreció su ayuda. Mientras pleiteaba, Valeria ejercía de presidenta de la Asociación de Vecinos de su barrio. En 1991, seis años después de la operación, el Tribunal Supremo reconoció su nueva condición. En la comisaría de policía de Ibiza, su tierra de adopción, recogió su carné.
Hasta entonces Valeria había aguantado muchas risas:
–¡No veas el pitorreo que se producía cada vez que enseñaba el carné de identidad antiguo! Hasta dejé de ir al bingo para no tener que aguantar la chufla –Nela asintió comprensiva-
Pero cuando salí de aquella comisaría empecé a reírme yo.
Ibiza se regía desde los años sesenta por el eslogan: “Se prohibe prohibir”. Sin embargo, aquel ambiente liberal no había logrado suprimir el morbo que suscitaba la explosiva Valeria.
–En la isla nadie sabía de mi operación hasta que aparecí en la televisión. Pero en cuanto se enteraron, salían catetos de debajo de las piedras para preguntarme si mi coño era igual que los demás. ¡Hasta que me harté! –La mujer chasqueó los dedos, burlona–. Un verano me desnudé en la discoteca Paradís. Había unos chorros de agua y empecé a lavarme como si fuera un bidé. Se volvieron locos: todos querían metérmela. ¡Pensaban que en lugar de un coño era una caja fuerte! Me han puesto hasta cuatro millones encima de la barra, pero a mí el dinero no me hace falta.
Con sus paredes y techos rosas, el club parecía una tienda árabe y Valeria, Sherezade. Nela escuchaba boquiabierta.
–Atiende, niña, a ver si aprendes y dejas de ser tan cateta. Me avisaron para que llevara chicas al yate de unos saudís. Las acompañé hasta allí, como hago todos los veranos. No veas qué lujo: las alfombras de seda, los grifos de oro… Ya me iba cuando el más viejo dijo que él me quería a mí. Aquella momia no se tenía en pie. “¡Tu puta madre!”, pensé. Me negué, pero el carcoma se empeñó y los que estaban con él me respondieron que era pariente del rey Fahd
y si yo no aceptaba, las chicas se tenían que ir. “¡Su puta madre!”, les grité y nos fuimos. ¡A los hombres hay que tenerlos como a las sartenes: colgados de un ojo y quemados por el culo!
La puerta de Acuario se abrió y apareció Leo, un alemán de avispados ojos azules, que saludó a Valeria. Vestía una camiseta negra de tirantes que mostraba sus brazos delgados, pero fibrosos. Tenía un bar en el Carrer de la Verge, el corazón gay de Ibiza, con esposas entre las jarras de cerveza y un gran cartel donde un hombre desnudo le metía a otro un dedo en el ano. Los gays eran una sociedad poderosa en Ibiza. Tenían negocios, hoteles, casas, barrios, playas a las que acudían en verano cruceros con los pasajeros vestidos de rosa… Hasta los chiringuitos de sus playas eran conocidos como “chiringays”. A Valeria la adoraban. Leo pidió una cerveza y miró con atención a Samantha y a Nela. La última enrojeció.
–Aquí hay mucho vicio. Aunque más hay en mi bar. Cada noche entran muchos niñatos casados que aseguran que es la primera vez, pero dices “hola” y oyes el eco desde el culo:
“Hola, hola, hola…”. Pero más que los niñatos, a mí me molestan los travestis porque no son ni una cosa ni otra. De cintura para arriba son Ursula Andress y de cintura para abajo, Charlton Heston.
Valeria y Samantha se rieron, mientras Nela bajaba los ojos y se ponía aún más roja.
El trasiego en Acuario era constante. Llegó una pareja de Madrid, se fue Leo tras guiñarle un ojo a Nela, entraron varios británicos seguidos de un viejo conocido sordomudo de la dueña…
Con todos charlaba Valeria, bailaba, cantaba, ofrecía bebidas, aproximaba a las chicas… En el piso de arriba, Mami abría y cerraba dormitorios, cambiaba las camas y seguía a duras penas una película en el pequeño televisor que tenía en la cocina.
A las cinco y media, el local se quedó vacío. Valeria se puso las gafas y empezó a hacer cuentas. Medio derrumbada en la barra, resoplaba una mujer muy gorda. Sujetaba una copa con una mano y con la otra, un cigarrillo. Tenía los ojos entreabiertos y, al resoplar, el humo salía despedido como si aquella cabeza fuera una locomotora. Las demás chicas ya se habían cambiado y aguardaban, en vaqueros, a que la dueña terminara y les pagara. En otoño, con Amnesia y las otras discotecas cerradas, la noche terminaba temprano. La dueña las fue despidiendo. Por fin, cerró la libreta cuadriculada.
–Samantha, deja todo bien cerrado. No te olvides de mirar en el cuarto de baño. La semana pasada se quedó uno dentro durmiendo la mona. Cuando se despertó, aquí no había nadie. El hombre ni se inmutó: se tumbó en un sillón y siguió roncando hasta que, al día siguiente, llegó la mujer de la limpieza. ¡Eso tiene la noche, que es siempre distinta!
Antes de salir a la calle, Valeria miró a la gorda, que seguía resoplando, y pegó una voz–:
¡Búfala, a casa!
Por las ventanillas de su todoterreno desfilaban los pinos de la colina. Eran las seis de la mañana. Los ojos rojos de un animal brillaron fugaces delante del coche. En unas horas la isla volvería a ser blanca, verde y azul.
–Yo ya no sé vivir de día –suspiró Valeria–. Pero cuando salgo del trabajo estoy tan harta de los tíos que, al llegar a casa, enciendo la tele y ¿sabes qué pongo? ¡El teletexto! No quiero verlos ni en pantalla. A veces los colgaría a todos… Y a las mujeres, también.
Canciones de Jesús Marquez: (Pulsar en cada una para escuchar)
JESÚS MÁRQUEZ (Ahora que ya hemos muerto)
JESÚS MÁRQUEZ (El deshielo)
JESÚS MÁRQUEZ (Canción de amor para una Diosa)