«NUNCA hice daño a nadie -que yo sepa-; ni me importó la
vida de los otros. Si me pidieron algo abrí los brazos. Me equi-
voqué a menudo y me equivoco. Escuché. Puse llave a
dudas y secretos. Deudas, alguna que otra, la mas grande
conmigo.
No me conozco.
Muchas veces me dicen que siempre estoy rodeado de
gente…, sí, y a veces de tanta multitud me encuentro mas
que
solo,
Fumo más de la cuenta y entro y salgo, saludo a muchas
caras… Amigos, lo que se llama amigos, tengo pocos. Lloro
cuando no puedo resistir el dolor, pero me suele hundir cual-
quier mal trago o un simple día de otoño.
Por lo demás, ya veis: a la vida le pido lo mismo, al fin y al
cabo, que vosotros: que me deje vivir, pero mientras yo
pueda hacerme cargo. Por lo demás, ya saben: lo que me
gusta ver lo miro y a la cara. A lo que no me va cierro los ojos.»
Aurelio González Ovies
Conozco a mi amigo Santiago Gómez Valverde desde hace muchos años. Cuando recuerdo cuantos, me viene a la cabeza que el tiempo pasa de prisa y que nos estamos haciendo viejos. Tenemos una amistad sólida y bien trabada. Mi amigo es uno de esos a los que uno se refiere cuando dice que los verdaderos amigos se pueden contar con los dedos de una mano. Ahora, el cabrón, también es mi cliente. Hace unos meses me encargó la producción de un disco que saldrá a la venta en Abril o Mayo y que ha titulado: » La palabra y el tiempo»
El disco reune una serie de poemas seleccionados y músicados por él mismo y que vamos a cantar unos cuantos cantantes/amigos, yo mismo entre otros. El trabajo avanza lentamente y podría afirmar que estamos al 80% de nuestro objetivo. Ya hemos pasado por el estudio Paula Chantada, Laura Granados, su sobrino Antonio, Isabel Montero y yo. Faltan las canciones de Jesús Máquez. Cada uno hemos grabado dos poemas, dos canciones y además en el disco participan algunos de los mejores poetas que tenemos en nuestro país. Mi hijo Miguel se ha encargado de hacer los retratos de cada uno de ellos.
Han pasado por Musigrama nada menos que Luis Alberto de Cuenca, Felix Grande, Juan Carlos Mestres, Amalia Bautista y Andrés Tapiello. Con ellos hemos pasado un par de veladas inolvidables. Han escuchado las canciones que tenemos acabadas, han leido y grabado algunos de sus poemas y hemos compartido una horas saboreando las anécdotas y los comentarios de estos hombres y mujeres «buenos» y poetas sabios.
La hemos «gozao» como dirían los gitanos y yo lo hice doblemente. Primero porque viví el momento como todos y después al ver la cara de satifasción de mi amigo Santiago.
LUIS ALBERTO DE CUENCA
El desayuno
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
AMALIA BAUTISTA
VAMOS A HACER LIMPIEZA EN GENERAL
Vamos a hacer limpieza general
y vamos a tirar todas las cosas
que no nos sirven para nada, esas
cosas que ya no utilizamos, esas
otras que no hacen más que coger polvo,
las que evitamos encontrarnos porque
nos traen los recuerdos más amargos,
las que nos hacen daño, ocupan sitio
o no quisimos nunca tener cerca.
Vamos a hacer limpieza general
o, mejor todavía, una mudanza
que nos permita abandonar las cosas
sin tocarlas siquiera, sin mancharnos,
dejándolas donde han estado siempre;
vamos a irnos nosotros, vida mía,
para empezar a acumular de nuevo.
O vamos a prenderle fuego a todo
y a quedarnos en paz, con esa imagen
de las brasas del mundo ante los ojos
y con el corazón deshabitado.
JUAN CARLOS MESTRE
PÁGINA CON PERRO
Los carabineros detuvieron a mis amigos,
les ataron las manos a los raíles,
me obligaron como se obliga a un extranjero
a subir a un tren y abandonar la ciudad.
Mis amigos enfermaron en el silencio,
tuvieron visiones en las cercanías de lo sagrado.
No la herida del inocente,
no la cuerda del cazador de reptiles,
en mi pensamiento la crueldad tiene nombre.
Me llamaron judío,
perro judío,
comunista judío hijo de perro.
Este no un asunto que se pueda solucionar con tres palabras,
porque para cada uno de nosotros
esas palabras tampoco significan lo mismo.
Yo he tenido un perro,
he hablado con él,
le he dado comida.
Para alguien que ha tenido un perro
la palabra perro es fiel como la palabra amigo,
hermosa como la palabra estrella,
necesaria como la palabra martillo.
FELIX GRANDE
Escucho la guitarra de Paco de Lucía.
La música me araña los huesos de la edad.
Lejanamente todo mi pasado se enfría.
Una gotera insiste entre la soledad.
La madrugada apoya su frente en la ventana
y me confía unas sílabas de pena y compasión:
se lo agradezco desde la yel de esta desgana.
Hay una losa de algo sobre mi corazón.
Una gotera. Una gotera hay en mi casa
en esta rara noche de música y de adiós.
Y en esta seguiriya que me hiela y me abrasa
veo el rostro de la nada como un golpe de tos.
¿Qué es esto? ¿No está al lado mi bella hija dormida?
¿No está ahí cerca dormida la paz de mi mujer?
El invierno tirita y me lame la vida.
Mi juventud se ha ido para nunca volver.
¿Te acuerdas, Paco? Un día fuimos adolescentes
entre hermosas guitarras y muchachas de miel.
Y hoy la noche de invierno me acaricia los dientes
Y hoy la noche de invierno me acaricia los dientes
y el viento de los años dormita en el mantel.
Todos mis sueños muertos se acuestan a mi lado
y esta gotera sigue rezando sin cesar.
Hasta el renunciamiento me dejó abandonado.
Se han ido lejos hasta mis ganas de llorar.
Cuando ya ni la lágrima acude hasta la herida
y la vida es convulsa como golpe de tos
¿qué le queda a esta llaga trivial y entumecida?
¿qué le queda a esta música? ¿qué nos queda a los dos?
Suena en la seguiriya la lujuriosa pena
de un tiempo que se apoya cansado en la pared.
Y suena en mi memoria y en mi cansancio suena
la horrenda saciedad que me dejó la sed.
Perdona, Paco. Excusa esta porción de invierno
con que te está escuchando mi viejo corazón.
Y que Dios te bendiga por ese ruido eterno
que suena como suena la palabra perdón.
Fumo mi cigarrillo sentado en una silla,
cercado por la silla, la tiniebla y la edad.
Oigo el perdón, muy próximo, en esta seguiriya.
Y oigo, lejos, la espalda de la felicidad.
ANDRES TRAPIELLO
Me asomo todas las tardes
Me asomo todas las tardes
a este jardín soleado
a escuchar las soledades
que hablan entre sí callando:
Todo es igual y distinto.
¿Crepuscular?, ¿machadiano?
Quién sabe dónde está el hilo
de un laberinto tan largo.
La tarde desaparece
y en el jardín encantado
oigo una distinta fuente
soñar en el mismo caño.
SANTIAGO GOMEZ VALVERDE
Y tú, Santiago Gómez, dime, ¿quién coño eres?
Un hombre como todos, un hombre solamente,
un nombre construido de recuerdos,
un nombre pequeñito, que vive en la garganta de la vida,
un nombre que me llama, como un timbre, a mi puerta,
y mis cinco sentidos se levantan y escrutan,
detrás de la mirilla, quién ha abierto sus labios
para fingir que existo. Hola, ¿cómo se encuentra?:
la segunda vocal está un poquito mala,
la ese no me habla, sólo lo imprescindible,
delante de la chusma aparentan quererme,
mas no hagan mucho caso, todo es pura mentira.
¿Esto, acaso, es mi nombre?, o es un niño que brinca
sobre sus pies de letras y se sube a mi espalda
y se asoma a mis ojos y amenaza con verme
y visitar el barco de mis hondos secretos.
Tal vez sea mi nombre una buena metáfora,
que oculta cuanto soy, sin saberlo yo mismo,
una sencilla forma sensual de reducirme,
para entrar en tu boca sonoramente entero,
una ecuación perfecta que Dios sueña en voz alta,
y es mi humana misión hallar su desarrollo.
(‘Inevitable mente’. Editorial Exlibris)